En fecha anterior, el Diario 'Ultimas Noticias' de Pacasmayo publicó mi artículo 'Sociedad Civil, Organizaciones y Desarrollo Sostenible'. Posteriormente recibí el comentario de Martín Ezpeleta (Córdoba, Argentina) quien me hace llegar tres interrogantes: 1) ¿Qué, con eso de las organizaciones de la sociedad civil?, 2) ¿Cómo fortalecer o consolidar estas organizaciones para que asuman su rol en el cambio que nuestros países necesitan? y 3) ¿Qué rol puede cumplir la educación no formal en este proceso?. El presente artículo hace algunas precisiones orientadas a dar respuesta a dichas interrogantes.
En el devenir de mi actividad profesional y como ciudadano, he sido testigo del proceso seguido por los gestores e integrantes de diversas organizaciones de la sociedad civil, también conocidas como organizaciones de base u organizaciones populares: entusiasmo inicial, juramentación, activismo, insatisfacción de necesidades e incumplimiento de expectativas de los asociados, crisis dirigencial y, finalmente, divisionismo, inactividad y/o disolución. Este 'ciclo de vida' de las organizaciones las presenciamos en diversas organizaciones, tales como organizaciones políticas (de izquierda y conservadoras), organizaciones vecinales, clubes de madres, comité de productores, comunidades campesinas, comisiones de regantes, asociaciones de padres de familia, sindicatos, clubes deportivos, casas de la cultura, colegio profesionales, entre otras.
La debilidad o fragilidad de las organizaciones no permite que éstas asuman el importante rol que pueden y deben cumplir en el desarrollo de sus propias comunidades, pueblos y naciones. De hecho una explicación a este débil protagonismo es la falta de una cultura organizacional, de participación y liderazgo, como resultado de un aprendizaje sistemático que sea promovido por sus líderes o directivos; carencia que el sistema educativo formal en poco contribuye. En efecto, la educación escolarizada o formal no está contribuyendo a la formación de esta cultura organizacional y de liderazgo para el desarrollo. A pesar de los esfuerzos por brindar una 'educación en valores', lo cierto es que en las organizaciones encontramos personas individualistas, conformistas y no participativas, incapaces de trabajar en equipo, de comunicarse asertivamente, desorganizadas, indisciplinadas y sin mayor compromiso con la organización.
Una muestra de esta 'omisión' del sistema educativo lo encontramos en la enseñanza de los derechos de las personas. La Constitución Política del Perú consagra como derechos, entre otros, los derechos 'a la asociación en organizaciones diversas' y a 'la participación en la vida social, política, económica y cultural del país'; y estos derechos no se incluyen como tema de estudio para niños y jóvenes peruanos de educación básica. Paradójicamente, la misma Constitución le otorga el ejercicio de esos derechos a los peruanos, a partir de los 18 años de edad. ¿Con que aprendizaje previo, con qué experiencia o práctica?. La enseñanza de estos derechos pueden ser utilizados como medio para enseñar valores básicos como la cooperación, trabajo en equipo, disciplina, responsabilidad, compromiso, compañerismo, honestidad, respeto, entre otros (organización y participación, en si, son también valores), así como también, el aprendizaje de capacidades organizativas, de participación y de liderazgo.
Si la educación formal no está cumpliendo con su rol formador de esta cultura de organización, participación y liderazgo, el reto lo debe asumir la educación no formal (o educación popular) mediante programas de capacitación, por intermedio de ONGs e instituciones afines. Este programa debe orientarse a desarrollar potencialidades personales, dirigenciales y organizacionales, la formación de una concepción de desarrollo sostenible, el aprendizaje de capacidades y habilidades en planeamiento estratégico, elaboración de proyectos, gestión y funcionamiento interno, manejo de relaciones interpersonales y relaciones inter institucionales, de mecanismos de participación interna y participación en espacios de concertación institucional; capacidades en comunicación asertiva, trabajo en equipo, solución de conflictos, conducción de asambleas, redacción documentaria, oratoria, entre otras capacidades y habilidades necesarias para un trabajo eficiente dentro de la organización y de ésta hacia su entorno inmediato.
Otro elemento a incorporar en la formación de esta cultura organizacional y de liderazgo es el estudio y aplicación (en lo que sea pertinente) de las formas organizativas y participativas de nuestras comunidades (andinas, nativas, indígenas), utilizadas para fortalecer la identidad cultural, el crecimiento económico y el desarrollo social, sea en sus mismas comunidades o escenarios tan diversos como las grandes ciudades del país (organizaciones de migrantes).
Las organizaciones de la sociedad civil esperan ser fortalecidas para que asuman su auténtico rol de cambio y desarrollo sostenible. Y que esta temática despierte el interés del caso en nuestros intelectuales, políticos, autoridades, dirigentes, líderes de opinión y la colectividad en general.
(Nicanor Becerra Castañeda)
(Publicado el 19.07.2008)
En el devenir de mi actividad profesional y como ciudadano, he sido testigo del proceso seguido por los gestores e integrantes de diversas organizaciones de la sociedad civil, también conocidas como organizaciones de base u organizaciones populares: entusiasmo inicial, juramentación, activismo, insatisfacción de necesidades e incumplimiento de expectativas de los asociados, crisis dirigencial y, finalmente, divisionismo, inactividad y/o disolución. Este 'ciclo de vida' de las organizaciones las presenciamos en diversas organizaciones, tales como organizaciones políticas (de izquierda y conservadoras), organizaciones vecinales, clubes de madres, comité de productores, comunidades campesinas, comisiones de regantes, asociaciones de padres de familia, sindicatos, clubes deportivos, casas de la cultura, colegio profesionales, entre otras.
La debilidad o fragilidad de las organizaciones no permite que éstas asuman el importante rol que pueden y deben cumplir en el desarrollo de sus propias comunidades, pueblos y naciones. De hecho una explicación a este débil protagonismo es la falta de una cultura organizacional, de participación y liderazgo, como resultado de un aprendizaje sistemático que sea promovido por sus líderes o directivos; carencia que el sistema educativo formal en poco contribuye. En efecto, la educación escolarizada o formal no está contribuyendo a la formación de esta cultura organizacional y de liderazgo para el desarrollo. A pesar de los esfuerzos por brindar una 'educación en valores', lo cierto es que en las organizaciones encontramos personas individualistas, conformistas y no participativas, incapaces de trabajar en equipo, de comunicarse asertivamente, desorganizadas, indisciplinadas y sin mayor compromiso con la organización.
Una muestra de esta 'omisión' del sistema educativo lo encontramos en la enseñanza de los derechos de las personas. La Constitución Política del Perú consagra como derechos, entre otros, los derechos 'a la asociación en organizaciones diversas' y a 'la participación en la vida social, política, económica y cultural del país'; y estos derechos no se incluyen como tema de estudio para niños y jóvenes peruanos de educación básica. Paradójicamente, la misma Constitución le otorga el ejercicio de esos derechos a los peruanos, a partir de los 18 años de edad. ¿Con que aprendizaje previo, con qué experiencia o práctica?. La enseñanza de estos derechos pueden ser utilizados como medio para enseñar valores básicos como la cooperación, trabajo en equipo, disciplina, responsabilidad, compromiso, compañerismo, honestidad, respeto, entre otros (organización y participación, en si, son también valores), así como también, el aprendizaje de capacidades organizativas, de participación y de liderazgo.
Si la educación formal no está cumpliendo con su rol formador de esta cultura de organización, participación y liderazgo, el reto lo debe asumir la educación no formal (o educación popular) mediante programas de capacitación, por intermedio de ONGs e instituciones afines. Este programa debe orientarse a desarrollar potencialidades personales, dirigenciales y organizacionales, la formación de una concepción de desarrollo sostenible, el aprendizaje de capacidades y habilidades en planeamiento estratégico, elaboración de proyectos, gestión y funcionamiento interno, manejo de relaciones interpersonales y relaciones inter institucionales, de mecanismos de participación interna y participación en espacios de concertación institucional; capacidades en comunicación asertiva, trabajo en equipo, solución de conflictos, conducción de asambleas, redacción documentaria, oratoria, entre otras capacidades y habilidades necesarias para un trabajo eficiente dentro de la organización y de ésta hacia su entorno inmediato.
Otro elemento a incorporar en la formación de esta cultura organizacional y de liderazgo es el estudio y aplicación (en lo que sea pertinente) de las formas organizativas y participativas de nuestras comunidades (andinas, nativas, indígenas), utilizadas para fortalecer la identidad cultural, el crecimiento económico y el desarrollo social, sea en sus mismas comunidades o escenarios tan diversos como las grandes ciudades del país (organizaciones de migrantes).
Las organizaciones de la sociedad civil esperan ser fortalecidas para que asuman su auténtico rol de cambio y desarrollo sostenible. Y que esta temática despierte el interés del caso en nuestros intelectuales, políticos, autoridades, dirigentes, líderes de opinión y la colectividad en general.
(Nicanor Becerra Castañeda)
(Publicado el 19.07.2008)